LOS NIÑOS DE LA CALLE

Eric Simmons (tercero de izquierda a derecha) es ese canillita que conocí en la calle y vi crecer vendiendo periódicos, buscando la vida y una manera de ganarse “el real”.

Lo vi crecer a la par de mi hijo; y aun estando en la calle, no dejó que “la calle” lo venciera. Era un niño de la calle que trabajó para estudiar, lograr sus metas y hacerse un hombre de bien.

Lo quiero como a un hijo… lo admiro y le he presentado en mi labor de educadora, como un ejemplo de superación y de éxito personal, porque luchando venció muchos obstáculos para lograr sus sueños. Hoy tiene casi 50 años, sus hijos grandes y su propio negocio.

TODOS NO SE MALOGRAN. ¡GRACIAS POR INSPIRARME!

Nilsa Justavino - Los niños de la calle 2006 01
Nilsa Justavino - Los niños de la calle 2006 02

prefacio

Intentar describir el arte de Nilsa Justavino es tan osado como el intentar explicarles yo, su propia mismidad. Sus pinturas son provocativas, complejas, penetrantes, vibrantes, perceptivas, punzantes y hasta enigmáticas. Al igual que con sus escritos, su contenido no es descriptivo; es verbal. Responde a esa necesidad interior de capturar, de forma visual aunque no menos literaria, la vulnerabilidad de sus emociones, pensamientos y opiniones sobre hechos de la vida cotidiana que nos estimulan, nos condicionan y, a veces, hasta nos zarandean en vaivenes que no comprendemos del todo y, sin embargo, nos conmueven.

En sus obras se pueden encontrar pistas inequívocas que plasman sus profundas e íntimas consideraciones al momento de pintar sus cuadros. Entre éstas, la utilización del color para evidenciar estados de ánimo y la integración de la naturaleza para explicar la interconexión existente entre las fuerzas que nos mueven, barro somos y en barro nos convertiremos, y esa fuerza interior motora que nos impulsa a grandes conquistas.

Todos sus cuadros tienen una historia que contar, una leyenda para entretener y hasta una poesía esperando ser declamada. Tiene vericuetos divertidos, resultados inesperados, calidad  innata, complejidad a flor de piel y matices tan sublimes que lo pasean a uno entre lo experimental, radical y surrealista y lo mortalmente presente, inevitable y magnífico de ese entorno intangible que nunca miente.

Hoy, su temática se vuelve hacia la idiosincrasia de aquellos niños, que en la calle, luchan a diario, desvalidos, por sobrevivir a una realidad que aunque no pidieron vivir, tampoco es sinónimo de castigo. Disimulada, en los trazos de sus pinturas, la dualidad misma de la vida se manifiesta con su inocencia propia, sus alegrías y placeres simples, sus amores consumados y sus deseos satisfechos en abierta yuxtaposición con el hambre física y emocional, las traiciones recibidas, el rechazo manifiesto y los lazos rotos pendientes de reconciliación. Un recordatorio contundente de lo hermoso que es cada niño, de cuán preciada debe ser su capacidad potencial y de nuestra insoslayable responsabilidad social para con ellos.

Mónica Rivera de Filós
Mayo de 2006.

GALERÍA DE CUADROS

A un niño de la calle

Hay ansiedad en tus ojos
ansiedad en tus manos
y un profundo amargor en tu boca.
Tienes un mundo
de dilemas en la mente:
talvez
la traición
el dolor
el abandono
los rechazos
el temor…
Si la soledad no tuviera
márgenes filosas
como el agua en las riberas.
Talvez
si el dolor sonriera
en vez de lastimar,

serías feliz
en tu ordalía
de miedo ante la vida.
No llorarías.
No fingirías.
No deambularías
por las espinas del sendero
ni estarías
sangrando por los poros
de la indiferencia.

El hielo del horror
sería menos frío,
menos hueco,
y todo tú
serías menos masa
más fibra
menos pulpa
más esencia;
y no sufrirías tanto.

 Divagarías poco.
Serían menos crueles
los vacíos
en el marco de tus
tenues sonrisas,
menos triste
tu mirada vaga
en pos de una quimera.

Sostén las manos
de la niña inmóvil
de tu infancia
que recuerde horas menos difíciles.
¿No hay en tu vida un sonrojo
de sueños vírgenes
maleables como el oro?

Acera tu valentía de macho
enfrenta tu soledad de hombre;
encara la cobardía un mundo
que besa bocas, sin frío
que toca cuerpos, sin ira—
Sé tu propio árbitro.

Domina en la lucha sorda
del cada día incierto.
La vida tacaña, traicionera
te acosa y te acorrala:
te arrincona.

Absorbe por la piel de tu tristeza
la realidad que temes encontrar.
Siente…vive…
aprende.

No esperes una dádiva.
¿Aún no has aprendido a presentir
que nadie presta oídos
a tu pena?

POEMARIO RESCATADO
Nilsa Justavino de López