Eric Simmons (tercero de izquierda a derecha) es ese canillita que conocí en la calle y vi crecer vendiendo periódicos, buscando la vida y una manera de ganarse “el real”.
Lo vi crecer a la par de mi hijo; y aun estando en la calle, no dejó que “la calle” lo venciera. Era un niño de la calle que trabajó para estudiar, lograr sus metas y hacerse un hombre de bien.
Lo quiero como a un hijo… lo admiro y le he presentado en mi labor de educadora, como un ejemplo de superación y de éxito personal, porque luchando venció muchos obstáculos para lograr sus sueños. Hoy tiene casi 50 años, sus hijos grandes y su propio negocio.
TODOS NO SE MALOGRAN. ¡GRACIAS POR INSPIRARME!
prefacio
Intentar describir el arte de Nilsa Justavino es tan osado como el intentar explicarles yo, su propia mismidad. Sus pinturas son provocativas, complejas, penetrantes, vibrantes, perceptivas, punzantes y hasta enigmáticas. Al igual que con sus escritos, su contenido no es descriptivo; es verbal. Responde a esa necesidad interior de capturar, de forma visual aunque no menos literaria, la vulnerabilidad de sus emociones, pensamientos y opiniones sobre hechos de la vida cotidiana que nos estimulan, nos condicionan y, a veces, hasta nos zarandean en vaivenes que no comprendemos del todo y, sin embargo, nos conmueven.
En sus obras se pueden encontrar pistas inequívocas que plasman sus profundas e íntimas consideraciones al momento de pintar sus cuadros. Entre éstas, la utilización del color para evidenciar estados de ánimo y la integración de la naturaleza para explicar la interconexión existente entre las fuerzas que nos mueven, barro somos y en barro nos convertiremos, y esa fuerza interior motora que nos impulsa a grandes conquistas.
Todos sus cuadros tienen una historia que contar, una leyenda para entretener y hasta una poesía esperando ser declamada. Tiene vericuetos divertidos, resultados inesperados, calidad innata, complejidad a flor de piel y matices tan sublimes que lo pasean a uno entre lo experimental, radical y surrealista y lo mortalmente presente, inevitable y magnífico de ese entorno intangible que nunca miente.
Hoy, su temática se vuelve hacia la idiosincrasia de aquellos niños, que en la calle, luchan a diario, desvalidos, por sobrevivir a una realidad que aunque no pidieron vivir, tampoco es sinónimo de castigo. Disimulada, en los trazos de sus pinturas, la dualidad misma de la vida se manifiesta con su inocencia propia, sus alegrías y placeres simples, sus amores consumados y sus deseos satisfechos en abierta yuxtaposición con el hambre física y emocional, las traiciones recibidas, el rechazo manifiesto y los lazos rotos pendientes de reconciliación. Un recordatorio contundente de lo hermoso que es cada niño, de cuán preciada debe ser su capacidad potencial y de nuestra insoslayable responsabilidad social para con ellos.
Mónica Rivera de Filós
Mayo de 2006.